SALIH ASSAF
Amelia apenas tardó un par de segundos en perfilar el concepto, tan fiel como sucinto. El anciano lo tomó entre sus manos y, tras observarlo unos instantes, cerró lentamente sus ojos, bajó el mentón y tragó saliva, humedeciendo sus labios. Poco después, volvió a abrirlos y, entornando ligeramente la cabeza, susurró directamente al burdo garabato que acababa de dibujar ella.—Hola de nuevo, viejo amigo.
El nonagenario epigrafista egipcio, profesor Salih Assaf. Adoro a este personaje. Debes conocerlo.
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