Puede que yo haya tenido muy claro siempre el aspecto que tienen mis personajes en Príode. Creo que todo autor lo tiene. Pero es innegable que la tecnología IA me ha permitido no tener que recordarlo: me descubrió este mundo sin par Begoña Rojo el año pasado y, a día de hoy, tengo una carpeta repleta con el “casting” de la trama, y a veces me siento a mirar los detalles que ni siquiera yo me hubiera atrevido a imaginar.
Este es Sheikh Yassir, de la barriada de Umm Tuba, a pocos kilómetros y un mundo de Jerusalén, y su historia es casi tan magnánima como su apetencia por los cigarrillos de tabaco rubio americano tostado. Arrugado cual pasa, tuerto, encorvado… Apenas puede comer nada salvo un breve avío de sopa de mulujía, debido a la casi total ausencia de dientes con los que masticar nada sólido.
Vive en un pequeño cubículo, donde unos pocos trapos hacen las veces de mantas con los que arroparse en su camastro, que se eleva sobre la improvisada leñera, junto a un taburete que hace mucho vivió tiempos mejores y… de veras, tienes que conocerlo.
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