—¿Sabes que, en el siglo pasado, aquí había un cementerio?
—¿De veras? —la respuesta fue automática. Ni siquiera prestaba atención a sus palabras.
—Sí. Construyeron el parque al echar tierra encima. No se molestaron en trasladar las tumbas. Se dice que debe haber unos veinte mil cadáveres todavía bajo nuestros pies.
—¿Veinte mil ataúdes? ¿Estás hablando en serio? —Aquello sí pareció calar en el autor.
—¡Que sí! Al principio hicieron ese monumento —señaló el gigantesco arco de líneas romanas— con maderas y cartón, pero, a finales de siglo, decidieron replicarlo en hormigón y mármol. Cuando quisieron hacer sus cimientos, empezaron a sacar fémures y costillas por todos lados… Todo un espectáculo.
—Oh, cállate ya. Me estás tomando el pelo.
—¡Que no! ¡Que es verdad! Hasta los críos jugaban en las calles, pegándole patadas a las calaveras. ¡Pregúntale a quien quieras!
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