Príode, la extraordinaria y monumental novela de Pedro P. Canto, pertenece a esa categoría de relatos en los que la realidad y el enigma se entrelazan con la precisión de un mecanismo de relojería, y ojo, no es nada fácil conseguir esto. Desde las primeras páginas, nos encontramos ante un relato que recrea una época y unos personajes memorables y que nos sumerge en una historia tan trepidante como adictiva.
Por supuesto, no es mi intención desvelar nada de las distintas tramas. Pero sí me gustaría comentar brevemente algunas ideas que, como lector y editor, fui anotando cuando leí la novela.
Príode destaca por su exquisita ambientación histórica, perfectamente descrita y construida, realista y creíble, su narrativa envolvente y su atmósfera inmersiva, y sobre todo por la profundidad de sus personajes, poliédricos, complejos, nada maniqueos. Además, la construcción del protagonista, Cástor, un personaje complejo, con conflictos internos y un pasado bien definido, añade profundidad y realismo a la trama. Uno de los aspectos más destacables de la novela es la habilidad que desarrolla Pedro para mezclar ficción con elementos históricos reales, lo que aporta un alto grado de verosimilitud. Además, contribuye a que el lector empatice haga suya la historia.
El uso del lenguaje es sofisticado, con un estilo narrativo cuidado y una gran riqueza léxica. La descripción de escenarios y situaciones es detallada sin caer en el exceso, logrando una fluidez en la lectura que mantiene al lector inmerso en la historia.
Además, Pedro, como buen maestro del misterio, sabe que las respuestas, como en todo buen enigma, se deben revelar con la paciencia del que sabe que el conocimiento es un don peligroso. Así, dosifica la información y genera el necesario suspense que hace que resulte imposible parar de leer la obra, que, pese a su enorme volumen, se lee en un santiamén.
Total y absolutamente recomendable.
Óscar Fábrega Calahorro, editor de Príode.
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