No, no… la presentación fue genial: buena asistencia, muchos amigos, intuyo que bastante amena por las sonrisas que veía desde la tribuna, una actuación impecable de los responsables de la Llibrería Épsilon, el histórico marco donde celebramos el evento, y una buena cantidad de libros vendidos que, a fin de cuentas, es de lo que se trataba. Hasta ahí, bien.
Pero el día empezó fatal: Me desperté rondando las cinco de
la mañana con la convicción de que debía reducir mi disertación porque llevaba siete
páginas llenas de datos relativas a los personajes históricos aludidos en
Príode y, si a eso le sumamos que tiendo a irme por los cerros de Úbeda cuando
me dan vidilla, mi soliloquio se hubiera ido a dos o tres soporíferas horas. Mi
presentador en el evento, el autor Miguel Aracil, me había dicho algo como “claro,
conciso y ameno” … y supe que debía medirme.
Llegan las cinco de la tarde y, con sueño, me dispongo a hacer acto de presencia y, cuando voy a coger el coche, mientras voy andando, veo que los pies me resbalan y hacen ruidos extraños… ARG!!
Los zapatos no tienen ni seis meses de modo que el lunes a
primera hora estoy en la zapatería. ¡¡Corre que no llegas, Pedro!!
Cambiados los zapatos, vuelvo a ponerme en marcha. Desde el balcón
de mi casa había visto dónde estaba aparcado el coche, de modo que fui a tiro
hecho… pero antes de llegar a él, descubro que me había dejado el móvil y el
maletín con las prisas. ARG!! ¡¡Corre que no llegas, Pedro!!
Por fin, con todo bien atado, voy al coche y… ¡Horror! ¡No
está! En serio: Que mi coche no está donde hace un par de horas lo he visto
aparcado.
Empiezo a recorrer calle arriba y abajo por si hubiera visto
mal desde el balcón y, efectivamente, el coche no está.
Llamo a la policía municipal para saber si tienen noticias y
por si lo hubieran retirado por algún motivo. Y me confirman que no está en su
depósito y que debo llamar a los Mossos para presentar la denuncia… ¡ESO A UNA
HORA DE COMENZAR LA PRESENTACIÓN!
Intento tranquilizarme y convencerme de que mi cabeza no me
está jugando una mala pasada, estando seguro de que dejé el maldito coche allí
donde no está ahora… A punto de llamar a Miguel y a la librería para decirles
que debo suspender el evento, decido volver a donde creí haberlo visto apenas
unas horas antes desde el balcón, pero esta vez yendo hasta el mismísimo
emplazamiento. Desesperado, descubro que un inútil —sí: inútil— ha aparcado en doble
fila, impidiendo que mi coche pudiera salir y, siquiera ser visto desde donde
lo di por robado. Las 18:15 ¡¡Corre que no llegas, Pedro!!
En fin. Bien está lo que bien acaba.
Una breve, descarnada y muy halagadora introducción de
Miguel dio paso a unos 45 minutos de disertación acerca de cómo se gestó Príode,
con una también muy halagadora concurrencia de amigos e interesados por mi
trabajo, que quisieron compartir abiertamente sus sensaciones y experiencia con
Cástor de Aguirre y sus aventuras.
La asistencia y profesionalidad de los responsables de la tribuna
se hizo notar en todo momento y no puedo sino agradecer su amabilidad al
cedernos el local, la publicitación del evento y las atenciones con las que nos
obsequiaron.
Y, ¿qué decir sobre los que van a escucharte, que elogian tu trabajo, que quieren que éste forme parte de su vida y que, al finalizar te dicen “podría pasarme horas oyéndote hablar” o “se me ha hecho muy corto”.
Gracias a todos por haber venido y por darme vuestro calor en ese importante momento para mí.
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