Amelia Earhart desapareció mientras sobrevolaba el Pacífico junto a su navegador, Fred Noonan, en julio de 1937. Inmediatamente, los periódicos de medio mundo se hicieron eco de la noticia, primero por la relevancia de la aviadora norteamericana , que se había ganado en muy poco tiempo el cariño de toda la sociedad, a uno y el otro lado del Atlántico, sino también por el extraordinario despliegue de efectivos para el rescate que orquestó el presidente de los Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt.
Es imposible que alguien tomara un periódico en el verano de 1937 y no leyera la crónica de la desaparición... y el protagonista de Príode, Cástor de Aguirre, estaba en Brindisi entonces, a punto de embarcar en un carguero para llegar a Jaffa y a Tierra Santa. No quise evitar mencionar a Earhart, a Noonan y al Lockheed Electra 10E, y ofrecer a mi personaje un marco histórico fidedigno. No quise evitar honrar un pequeño tributo a un caso que me apasiona desde hace más de 40 años.Cada lustro, más o menos, aparece la noticia de que se han encontrado los restos de la aviadora... o los de su avión, o una fotografía confusa que pretende descubrirla años después como prisionera de los japoneses... y hoy ha aparecido esto en los rotativos.
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