LOS OLVIDADOS DE PRÍODE


La “Reina de los pobres” fue probablemente la biografía que más me dolió dejar fuera de Príode. El manuscrito superaba ya los 177000 caracteres y era tiempo de comenzar a escoger, si no quería que mi primera novela no fuera leída por nadie…

Angela Burdett-Coutts nació en Londres en el seno de una familia privilegiada. Hija del diputado radical Sir Francis Burdett y de Sophia Coutts, su abuelo fue el magnate Thomas Coutts, un banquero de quién heredó su fortuna a los 23 años. Y decir en 1837 que tu fortuna es de 1’8 millones de libras no es baladí. Podría rondar los 170 millones de libras actuales.


Tenía mucho dinero, era muy curiosa y era muy religiosa, el crisol perfecto donde materializar una fascinante filantropía que le acompañó durante toda su vida: fue fundadora junto al escritor y buen amigo Charles Dickens del Urania Cottage; un hogar para pobres desamparadas y sin recursos que habían encontrado en la prostitución y el delito su modo de vida. Cofundadora de la Sociedad Nacional para la Prevención de la Crueldad a los Niños (NSPCC) y benefactora activa de la Sociedad Real para la Prevención de la Crueldad a los Animales (RSPCA). Fundó el Columbia Market en 1869, que, con su proyecto en Columbia Square, se convirtió en pionera en viviendas sociales. Hizo innumerables obras benéficas para con la Iglesia Anglicana, creando dos iglesias y varios obispados, orfanatos, escuelas…  



¿Y quién no ha oído hablar de la fuente, la Greyfriars Bobby,  dedicada al pequeño Skye Terrier en Edimburgo, el pequeño can que pasó 14 años junto a la tumba de su amo? ¡Todo un símbolo de la ciudad! Pues fue la buena baronesa la que mandó construir la fuente, un año después del fallecimiento del animal, conmovida por su leyenda.


Sin duda, pocos motivos se cruzaron en la vida de lady Burdett-Coutts que no despertaran en ella sentimientos altruistas y que merecieran un generoso estipendio. Desde el gremio de los apicultores hasta el cultivo de algodón, un sinfín de campos y temáticas encontraron en la pía señora su benefactora. Pero los egoístas motivos que me llevaron a conocerla fueron los que la relacionaban con los trabajos del teniente Charles Warren en Jerusalén.

En 1865. La baronesa estaba en peregrinación a la ciudad santa y, no lo olvidemos, los ropajes de las damas victorianas eran entonces terriblemente sofocantes. No obstante, cualquier contacto con las costumbres locales le llevaban irremediablemente a descubrir las, ya no distintas costumbres de salubridad entre ambas culturas, sino llanamente inexistentes y peligrosos hábitos relativos a un gesto tan simple como beber agua. La buena señora estaba convencida que Poncio Pilatos no hubiera tolerado que sus huestes bebieran agua corrupta y maloliente. O incluso antes de él, ¿cómo nadie hubiera satisfecho la sed del Rey David con agua embarrada y hedionda?



De vuelta en Inglaterra, Coutts donó 500 libras esterlinas para ayudar a establecer el Fondo de Exploración de Palestina, y recurrió a varios arqueólogos bíblicos, religiosos del alto clero, y a la misma corona, con quien mantenía excepcionales relaciones, para que también se implicaran en el proyecto, cuyo objetivo era promover la investigación sobre la arqueología y la historia de la Palestina bíblica y el Oriente Próximo, bajo mandato Otomano. Cabe decir que la Reina Victoria, buena amiga personal de la baronesa, fue una de las más implicadas en la organización, que no solo vio el tremendamente original potencial religioso, sino también los resultados militares de la prospección. Por cierto, el príncipe Eduardo VII, hijo de la Reina Victoria, manifestó acerca de la baronesa que "después de mi madre, es la mujer más notable del reino".


Es decir, lady Angela Burdett-Coutts financió,  si no cofundó, el Fondo de Exploración de Palestina en 1865 y, dos años después, en la primera tarea oficial decretada por dicho organismo, el Teniente Charles Warren, uno de los protagonistas indiscutible de Príode, comenzó sus trabajos en el subsuelo de Tierra Santa, descubriendo el más inadvertido y fascinante tesoro arqueológico para el imperio británico que nadie hubiera podido sospechar.

La buena dama falleció el 30 de diciembre de 1906 de bronquitis aguda. Sumaba más de 90 años. Su cuerpo fue velado en su casa de Stratton Street, Piccadilly, donde más de 25000 personas acudieron a presentar sus respetos. El deán de Westminster había ofrecido el entierro en la abadía a condición de que los restos fueran incinerados, y su marido, el estadounidense William Lehman Ashmead Bartlett -30 años más joven que la baronesa y que se cambiaría sus apellidos por los de Burdett-Coutts de su esposa-, respondió que estaba de acuerdo. Pero la víspera del funeral les comunicó, vista la adoración suscitada por el cuerpo de la baronesa, que la incineración no tendría lugar. Sin embargo, el vicedecano (a cargo mientras el decano estaba ausente) accedió a celebrar el funeral de todos modos. No obstante, las circunstancias excepcionales obligaron a que la multitud que abarrotó la Abadía tuviera que presenciar cómo la baronesa fue enterrada de pie, sin ataúd, y en una solución de cal viva.

Cerca de la Puerta Oeste de la Abadía, instalada un año después de su inusual entierro, hay una sencilla lápida en memoria de la Reina de los pobres. 




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